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macarrónico

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martes, 27 de abril de 2010

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La rutina engancha. No se sabe por qué pero uno no puede evitar hacer lo mismo a menudo. Sabía que habías vuelto a engañarme, que hoy no aparecerías de nuevo por allí. Siempre me haces lo mismo, lo sé y me dejo arrastrar. Hablamos, me tiras los trastos, quedamos, tú no apareces, estamos un tiempo sin hablar y vuelves a hablarme de nuevo. El ciclo se repite sin quererlo, o quizá yo quiera que se repita.
Ni siquiera entiendo por qué te dejo jugar, ¿inercia? Es posible. Me dejo pisar, me arrastro, sin saber si me arrepiento o no. En mi cabeza llevabas un uniforme igual que el de las fotos y esa cara de niña que nunca ha roto un plato. Yo dudaba demasiado con la ropa para gustarte aunque ni siquiera sabía si era mi propósito.
Sin querer solo quedaba media hora, último vistazo al móvil para saber si me habías llamado o no. Salgo de casa, con calma, siempre llego pronto. Un libro en la mano por si la espera se hace muy larga o por si después de otro plantón prefiero quedarme leyendo en lugar de irme a casa.
El camino se hace corto y llego cinco minutos antes. Me siento en el sitio perfecto pensando otra vez que me vigilas desde el otro punto de la plaza. Seguramente también pensabas que yo no iría y no te atreves a acercarte para no sufrir un desplante. A mi ya me da igual, no me importa, prefiero esperarte allí a que luego me digas que estabas pero en la otra esquina.
Aparece una chica, no eres tú pero curiosamente lleva tu uniforme y me mira. Puede que me equivoque pero juraría que tiene algo que ver contigo. Igual mi mente es muy retorcida o puede que tenga toda su lógica pensar que esa chica te llamará si me ve esperándote, es solo una espía. Llama por teléfono mientras me mira. Al otro lado, tú, me describes. Con un 100% de coincidencias no existe el riesgo.
Nos encontramos y no sé que decirte después de tanto tiempo. A los primeros balbuceos les siguen dos besos y desaparecemos ante la envidia de tus amigas. Luego te preguntarán y nuestra versión y la mía no se encontrarán nunca en puntos concretos o abstractos.
Paseamos al sol, buscando la sombra como vampiros. Tú te ríes, yo también aunque no tiene ninguna gracia. Dicen que es por amor pero sabemos que todo es una máscara. No nos queremos, ni siquiera sé si nos gustamos.
Buscamos un banco, hablamos de todo y de nada, nada profundo, la superficialidad duerme en nuestra conversación. Un bebé se nos acerca y a la niña la entra instinto maternal, yo no lo comprendo. Saltas, te dan miedo los pájaros, no deberían existir, a mi me da igual.
Pasa una hora y quieres andar, salimos del parque y llegamos a tu parada. Te acompaño mientras viene tu bus, alguna broma estúpida para despedirnos. De nuevo dos besos, y cenicienta escapa en autobús antes de las 12. Ahora no dejan zapatos, dejan tuentis y direcciones de correo electrónico.
Vuelvo a casa con sensación rara, sabiendo que el deseo siempre se caduca. Puede que esperásemos demasiado o puede que hiciésemos bien para no cometer estupideces.

1 comentario:

  1. Puede que me equivoco, últimamente creo que me equivoco sin dudar. Pero cometer estupideces no es algo que pense que era una equivocación.

    Aveces solo las estupideces son las únicas cosas en las que no nos equivocamos ..

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