A las 4 de la mañana
también roncan las palabras.
Apoyándose en cojines de luna llena,
se dejan arropar con sábanas de estrella
y el olor a chaskys rancios.
En el poco espacio que comparten
no caben carteles de no molestar.
El silencio solo se descose
con algún rugido del asiento.
Rendidos por no encontrar postura,
algunos versos se tiran al suelo,
esperando ser despertados
con el toque de corneta.
55 musas inspiran poetas
con historias discontínuas,
mientras fuera, la lluvia,
Apaga los faros de los coches
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